martes, 4 de mayo de 2010

das geviert

Carlos Zorrilla P.

Das Geviert (o la cuaternidad) en tanto condicionalidad



“What is the fourfold (Das Geviert) of which Heidegger so cryptically speaks? Visualize it as the intersection of two axes. At the head of each of the four semi-axes is one of ‘the four’: earth; sky; mortals; divinities. One axis is formed at either end by earth and sky; the other is formed at either end by divinities and mortals. At the center, at the intersection of the axes, sits the thing. As that which sits at the center in this way, the thing, as Heidegger says ‘gathers the fourfold’.” La imagen que ofrece Edwards es muy clara, pero no es en absoluto evidente qué quiera decirse con esto de ‘reunir la Cuaternidad’, ni tampoco es obvio qué sea cada una de esas cuatro cabezas de eje que la integran. Iniciarnos en la claridad de esa comprensión será lo aquí pretendido.
Dice Heidegger en cierto punto de “La cosa”, y tratando con la jarra como ejemplo, que “…el carácter de jarra de la jarra esencia en el obsequio de lo vertido” ; o sea que la jarra en tanto tal llega a presenciar en su esencia merced a ese obsequio del verter. ¿Por qué? Poco más tarde complementa lo anterior sentenciando que “en el obsequio de lo vertido demoran al mismo tiempo tierra y cielo, los divino y los mortales. Los cuatro, unidos desde sí mismos, se pertenecen unos a otros. Anticipándose a todo lo presente, están replegados en una única Cuaternidad.” El verter es entonces esencial porque en él de-moran los Cuatro de la Cuaternidad. Lo medular del verter, que es donde Heidegger ubica el carácter de jarra de la jarra, está en que hace aparecer y permanecer a la Cuaternidad. Lo esencial de la jarra, por tanto, reside igualmente en que haga aparecer y permanecer a la Cuaternidad. La jarra puede arribar a su propia naturaleza y mostrarse en el desocultamiento que le está reservado como lo que propiamente es sólo si “...haciéndola acaecer de un cierto modo, hace permanecer la Cuaternidad”; ese ‘hacer permanecer’ quiere decir aquí reunir e iluminar a cada uno de los Cuatro de la Cuaternidad en su unidad y co-pertenencia originaria: hacerlos revelarse como auténtica cuaternidad unitaria y no como cuatro elementos superfluamente engarzados. Logrando esto último es que la jarra se revela como una cosa: hace (y se hace) cosa. El
“coligar simple y múltiple es lo esenciante de la jarra. Nuestra lengua llama a lo que es coligación (reunión) con una vieja palabra: thing. La esencia de la jarra es la pura coligación escanciante de la Cuaternidad simple en un morar. La jarra esencia como cosa. La jarra es la jarra como una cosa. Pero ¿de qué modo esencia la cosa? La cosa hace cosa. El hacer cosa coliga. Haciendo acaecer la Cuaternidad, coliga el morar de ésta en algo que está morando siempre: en esta cosa, en aquella cosa.”

Rescatemos por lo pronto dos corolarios de cuanto se ha dicho. En primer lugar, la coseidad de la cosa, por así decirlo, está fincada en su relación re-unificadora del Geviert. En segundo lugar, la cosa es siempre una mostración concreta de esa reunión, una instancia particular de esa copertenencia que es el Geviert. El ‘esta cosa, aquella cosa’ del que habla Heidegger apunta hacia esta dirección: la coseidad lo es siempre de una cosa, tal cual el ser lo es siempre de un ente. Este jarro es una cosa y aquella mesa lo puede ser y también ese puente y aquella cruz y este libro, cada uno a su manera haciendo cosa. No hay coseidad que preceda la cosa como una presencia cabal separada, sino aquella coseidad que está en la cosa misma, siendo en la cosa. La cosa es escenario del acontecer de la coseidad, al tiempo que se debe a dicha coseidad en su ser cosa. De la cosa y su coseidad, como ya se dijo –pero es que debe de cualquier modo insistirse en ello– vale aquella formulación que Heidegger hacía en Ser y tiempo tratando acerca del ser y el ente: No hay ente sin ser; el ser siempre lo es de un ente. La cosa, pues, como se verá con mayor detenimiento más adelante, es aquello que se muestra y se de-mora como concretización óntica de la condicionalidad ontológica del Geviert. (Esto está apoyado asimismo por lo que Heidegger advierte cuando habla del hacer mundo del mundo, tema del que se hablará un poco más adelante.)
La cosa en tanto cosa, reposando en su coseidad, no puede comprenderse en su sentido propio si no se labra también una comprensión del Geviert, eso ha quedado ya suficientemente asentado. Pero hay que añadir ahora que no sólo es la claridad de la cosa la que depende de la correcta comprensión del Geviert; también la del mundo y la del hombre mismo descansan sobre ella. No en balde dice Heidegger: “A este juego de espejos de la simplicidad de tierra y cielo, divinos y mortales –un juego que acaece de modo propio- lo llamamos mundo.” Y dice también en “…poéticamente habita el hombre…” que el habitar es la esencia del hombre, notando sin embargo que el habitar no es otra cosa que el jugar auténticamente la pertenencia a la unidad de tierra y cielo, divinos y mortales. Queda claro, entonces, que sin una comprensión de lo que mienta el Geviert, el pensamiento de Heidegger (al menos del Heidegger de los textos tratados en esta investigación) es sencilla y absolutamente imposible. No puede por tanto desecharse el problema ni hacérsele a un lado (como algunos han querido ) arguyendo que el estilo y vocabulario mítico-poético de Heidegger hacen del tema algo intratable que tiene que tomarse o rechazarse pero sin la esperanza de poder ser esclarecido ni penetrado. Debemos más bien buscar un camino que al menos nos conduzca en la dirección correcta.

Primero que nada, es importante intentar describir de qué forma interactúa cada uno de los cuatro del Geviert, es decir qué relación guardan unos con otros, así se podrá tener idea de la estructura fundamental de la co-pertenencia unitaria que integran y por tanto saber de qué modo peculiar debe llevar a cabo su reunión la cosa para poder ser tal. Cuando se piensa en cualquiera de los cuatro, se está ya pensando en los otros tres. Y es que ellos,
“…formando una unidad desde sí mismos, se pertenecen mutuamente desde la unidad de la Cuaternidad unitaria. Cada uno de los Cuatro refleja a su modo la esencia de los restantes. Con ello, cada uno se refleja a sí mismo en lo que es suyo y propio dentro de la simplicidad de los Cuatro. Este reflejar no es la presentación de una imagen copiada. Despejando a cada uno de los Cuatro, este reflejar hace acaecer de un modo propio a la esencia de éstos llevándolos a la unión simple de unos con otros. En este juego, reflejando de este modo apropiante-despejante, cada uno de los Cuatro da juego a cada uno de los restantes. Este reflejar que hace acaecer de un modo propio franquea a cada uno de los Cuatro para lo que les es propio, pero a la vez vincula a los franqueados en la simplicidad de su esencial pertenencia mutua. […] Ninguno de los Cuatro se empecina en su peculiaridad particular. Por lo contrario, cada uno de los Cuatro, en el seno de su unión, es de-propiado a lo suyo propio. Este depropiante apropiar es el juego de espejos de la Cuaternidad.”

Una manera de pensar a las cabezas de los ejes del Geviert es por tanto señalando que están tan íntimamente relacionadas que aplica para ellos la máxima: Cuatro no es el cuádruple de uno, sino es cuatro que es la cuarta parte de Uno. Tan indispensables son el uno para el otro que vale para cada uno de ellos el decir que a la apropiación de su esencia propia, llega desde su vínculo constitutivo con los restantes; lo que es lo mismo que decir (entre otras implicaciones) que es parte de su esencia y no mero accidente el estar en relación con ellos. Sólo así se apropia e ilumina en su ser. Por eso es justamente que no es exagerado afirmar que nombrar a uno de ellos es ya estar nombrando a media luz a los tres restantes.

Pero hasta ahora se ha discutido sobre la forma y estructura del Geviert; se ha nombrado cada uno de los puntos de sus ejes: tierra, cielo, divinos, mortales; se ha, por fin, señalado que la apertura del mundo en general y de la cosa en particular están fundadas en la condicionalidad de la gracia ontológica.
¿Qué representa el Geviert? Más allá de las formulaciones poéticas y simbólicas que Heidegger hace de él, y precisamente en el seno de esas formulaciones, ¿qué es lo que piensa Heidegger cuando lo nombra y describe? Falta dotarlo de contenido.
Para dar respuesta a esto sigo de nuevo a James Edwards, al menos parcialmente. Según él, en general, en la simplicidad de su coligación, el Geviert es la actualización de la condicionalidad de la gracia ontológica del Ser. Iremos poco a poco desentrañando el sentido de esta formulación.
Por ahora comencemos con esto: la Cuaternidad hace presente aquella donación y ofrecimiento –donde estas palabras lo que capitalmente buscan recordar es la gratuidad del suceso del darse a sí miso por parte del ser– que resuenan en la formulación alemana de la expresión castellana para “hay”(de haber): es gibt. Es gibt no sólo tiene el significado de haber, sino que mienta asimismo la dimensión del dar; efectivamente, su significado es ambivalente y puede asimismo traducirse correctamente por “se da”. Después de todo, el gibt presente en la formulación es una conjugación del verbo geben: dar. Pensémoslo así: la realidad no es sino el mundo que hay, la comunidad de lo existente. Ese mundo constituye el sentido más eminente del operar del Geviert. Así como cada cosa particular en su calidad de cosa reúne la Cuaternidad en su estar presenciando en tal o cual cosa, así también la dimensión del mundo es aquella que reúne a la Cuaternidad en su estar presenciando en la totalidad de lo real. No hay más o menos Cuaternidad en uno u otro, sino la misma gracia que acontece en ambos, sin estar por ello escindida. Sencillamente hablamos de esta o aquella cosa, y del mundo en general como comunidad real donde se juega la existencia. De nuevo, no hay mundaneidad sin mundo, ni mundaneidad que preceda como fundamento cabal; lo que hay es mundaneidad del mundo.
“El mundo esencia haciendo mundo. Esto quiere decir: el hacer mundo del mundo no es explicable por otra cosa que no sea él , ni fundamentable a partir de otra cosa que no sea él. […] Algo así como causas o fundamentos son algo inadecuado al hacer mundo del mundo. […] El querer explicar del ser humano no alcanza en absoluto lo sencillo de la simplicidad del hacer mundo. Los Cuatro, en su unidad, están ya asfixiados en su esencia si nos los representamos sólo como algo real aislado que debe ser fundamentado por los otros y explicado a partir de otros.”
Acaece el mundo. Hay realidad. En última instancia: hay ser: es. Ése es el factum. Ya habíamos dicho que jamás lo pone Heidegger en cuestión, sino que lo toma como evidencia incontrovertible que le servirá de punto de partida. Por eso decimos que el Geviert, a cuyo juego de espejos al modo del depropiante-apropiar llamamos mundo, representa en última instancia la gracia del ser que se da con gratuidad. Pero no es eso lo único que decimos; decimos también que el Geviert es la actualización de la condicionalidad de dicha gracia. Es en este punto donde la cuestión se vuelve más intrincada. A primera vista, la conjunción de la gratuidad y la condicionalidad parece constituir un oximoron. ¿Qué puede querer decir que el ser se dé gratuitamente pero cumpla con condiciones? ¿Qué puede significar que el mundo haga mundo no instado por una causa última ni soportado por un fundamento absoluto pero sí merced a la co-pertenencia de condiciones? Veamos.
Si bien no tiene fundamento ni razón última o causa de ser mediante la cual el querer explicar humano pueda apuntar a una explicación terminante y exhaustiva, el hacer mundo del mundo, como el hacer cosa de la cosa, sí tiene condiciones, sí acontece debiéndose a algo. La gracia no tiene un por qué, pero sí un modo de acontecer, un modo sin el cual no podría acontecer, incluso en la gratuidad de su darse. Las cabezas de los ejes del Geviert mientan esas condiciones sin las cuales la gracia ontológica del ser no podría llegar a iluminarse en su apertura.
“Each of the four is, I think, intended to put us in mind of some one of the particular conditions that make possible (‘grant’, one might say, or ‘give’ as in Es gibt, ‘it gives/there is) the life that brought to presence the actual thing –jug, farmhouse, sonnet– before us; each of the four is what one might call a particular dimension of that indispensable conditionality. Conditionality is indebtedness. The conditions of a life, and thus the conditions of the particular things that such a life brings forth, are what make that life (and those things) possible as such. Any actual and determinate life is possible in virtue of something not itself, something ‘prior’ […] to which that life is indebted.”

Dos puntualizaciones son necesarias a estas palabras: en primer lugar, Edwards, utilize el término life (vida) cuando en realidad el que debería utilizar es el de ‘ser’: the being of. Eso es desafortunado para nuestro objetivo porque puede parecer que se está sobreinterpretando lo que Edwards quería decir y abusando de sus palabras para apoyar puntos de vista ajenos a ellas. En realidad, no es así. Edwards utiliza el término de ‘vida’ porque lo que interesa a su objetivo es hablar específicamente de la condicionalidad del ser de los mortales, dado que el quiere en última instancia recalcar la dimensión ética (por tanto humana) de la obra de Heidegger. Sin embargo, podemos estar confiados que en la cita anterior puede sustituirse ‘life’ por ‘being’ sin perjuicio al sentido que pretendió el autor y en cambio ampliando el espectro de aplicación válida. Prueba de eso es que el mismo Edwards habla en la cita de lo que sería la ‘vida de la jarra’, ‘vida del soneto’, ‘vida de la casa de granja’, cosa que desemboca en un absoluto sinsentido si no se le toma en un sentido figurado donde vida mienta el ser de la cosa, o su alumbramiento.
En segundo lugar, y mucho más importantemente, hay que precisar lo que se entiende por indebtedness, o el deberse a. El sentido último del Geviert heideggeriano depende de esta precisión. Cuando se dice que la cosa –por ejemplo el jarro- se debe al juego entre tierra y cielo, divinos y mortales, no se está pretendiendo decir que éstos, en su simplicidad unitaria, sean causa de aquél. Los Cuatro no son nunca razón o causa en el sentido de que no producen o provocan el alumbramiento del jarro. Éste llega a la apertura del ser no porque lo ocasione la cuaternidad, sino en sentido estricto, con gratuidad. Su razón última no es algo que ofrezca el pensamiento de Heidegger. Recordemos que para Heidegger el ser no es ya fundamento. No causa nada. Se muestra (y esconde) en lo que es, le permite llegar a su apertura, pero no lo causa. El ser no está detrás del ente, antes que el ente. Está en el ente (aunque sin confundirse con éste). De igual manera el Geviert está en la cosa, en el hacer mundo del mundo. Ahí acaece, ahí se reúne y se de-mora. Decir que éstos –la cosa, el mundo- se deben al Geviert equivale ciertamente a decir que sin él no habrían llegado a ser, y en ese sentido se deben a él; pero no equivale jamás a decir que son por aquél, que él sea motivo de su ser. El Geviert no incita nada a ser; le abre a todo la posibilidad de hacerlo. Condicionalidad, pues, lo podemos pensar como apertura de posibilidad, o si se quiere, escenario de posibilidad de ser, pero no como razón de ser. Una última insistencia sobre esto, para asegurarnos que sea bien comprendido: el juego de los Cuatro en su simplicidad unitaria representa aquello que permite la apertura de una cosa, aquello sin lo cual la cosa no hubiera podido arribar a su apertura; nada tiene que ver con el por qué la cosa haya empujado hacia esa apertura. Ese por qué no lo alcanzamos jamás. Podemos sencillamente –y quizá con la prudencia que conviene al auténtico pensar- concluir que acaece gratuitamente. Como una gracia; y en este sentido, del ser no hagamos otra cosa que acatar la positiva resignación: es.
Vale por tanto recordar también en este punto aquella sentencia de Angelus Silesius, y que ella sirva de guía final sobre esta cuestión: Die Rose ist ohne Warum. / Sie blühet, weil sie blühet. (La rosa es sin porqué. Florece porque florece.)
Queda una última cuestión: dijimos del Geviert que era actualización de la condicionalidad, y no sólo condicionalidad en abstracto. Este punto es capital: el Geviert acontece. Se hace efectivo. Se hace concreto. A ese hacerse efectivo suyo lo llamamos mundo o lo llamamos cosa, según sea el caso del discurso. El hecho es que el Geviert sólo es Ge-viert, la Cuaternidad sólo es auténtica Cuaternidad, es decir copertenencia unitaria de sus elementos y no mera conjunción accidental de ellos, cuando la posibilidad condicionada se hace real. Aquí es donde se manifiesta auténticamente aquello de re-unir y de-morar. El ser sólo lo conocemos porque se hace real. Es el siendo lo que nos sale al encuentro.

Solamente en el marco del sentido anterior es que podemos atrever la difícil tarea de dotar de contenido concreto a cada uno de los puntos axiales del Geviert. Juntos, en su simple unidad coligada, representan la condicionalidad de la gracia del ser. ¿Qué dimensión o qué aspecto de esa gracia está mentando cada uno en su individualidad complementaria?
Sobre esto Heidegger jamás profundizó en sus escritos. No ahondaré en las razones que puede haber detrás de ese silencio o de la metaforicidad de su discurso. En cambio intentaré ofrecer una interpretación o caracterización de esos elementos tal que dicho discurso se mantenga fiel al pensamiento de su autor y tenga algo fértil que decirnos.


Otros caminos de pensamiento interesantes y capitales:
-Relación mundo cosa
-Lo ente y la cosa
-Contrastación objeto y cosa
-Producción y alumbramiento

1 comentario:

  1. Hola, yo también tuve problemas para publicar, antes sí aparecían las citas, pero encontré un truco, ahí donde pegaste tu texto en la nueva entrada, le di con el botón secundario y me daba la opción de publicar en un blog de windos, pues lo pegue ahí, aparecieron las citas, luego le di donde da la opción de ver cómo quedará la publicación antes de publicarla y la copie de nuevo, y ya la pegué en este blog. Ojalá te sirva de algo, para que tu texto no pierda el aparato crítico.

    Saludos

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