miércoles, 18 de noviembre de 2009

Sobre la trascendencia e inmanencia (dentro de la tradición)

(David Montes de Oca)

Aduzco aquí algunas pequeñas citas que muestran parcialmente la idea que se sostendrá en mi trabajo de estos dos conceptos; algunas estarán presentes implícitamente, otras expuestas en el cuerpo del texto. Gracias y hasta el viernes. [Nota: no sé qué pasó con el formato del texto a la mitad, pero no pude arreglarlo, parece que blogger no es tan fabuloso como todos pensábamos, en fin... el autor de la cita se apunta al final de cada texto, por lo que podrán identificar, a pesar de la falta de párrafo, la correspondencia entre la cita y el filósofo].

" [...] Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no puede concebirse sino como existente [...]
Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto no necesita de otra cosa para formarse[...]
Todo lo que es, o [bien] es en sí o [bien es] en otra cosa [...] "

Spinoza, Ética (I, definiciones 1 y 3, y axioma 1)

" [...] Otra explicación del panteísmo [...] es la de que consiste en una total identificación de Dios con las cosas, una fusión de la criatura con el creador [...] Pero resulta apenas pensable una distinción más absoluta entre las cosas y Dios que la que se encuentra en la doctrina de la que se ha tomado como representante clásico a Spinoza. Dios es aquello que es en sí y que sólo se puede concebir a partir de sí mismo, mientras que lo finito, por el contrario, es aquello que es necesariamente en otro y sólo puede ser concebido a partir de ese otro [...] según esta diferenciación, las cosas no son distintas de Dios sólo por una cuestión de grado o por sus limitaciones [...] sino que son distintas toto genere [...] Por lo demás, sea cual sea su relación con Dios, se encuentran totalmente separadas de Dios por el hecho de que sólo pueden ser en y despues de otro [...] sólo [Dios] es subsistente por sí mismo y originario, sólo Él se afirma a sí mismo, y todo lo demás sólo se puede comportar respecto a Él como afirmado, como consecuencia respecto al fundamento [...] "

Schelling, Sobre la esencia de la libertad humana (p. 340 de la paginación canónica)

" [...] Soy consciente de mi existencia en cuanto determinada en el tiempo. Toda determinación temporal suponde algo permanente en la percepción. Pero ese algo permanente no puede ser una intuición en mí. Pues todos los fundamentos de determinación de mi existencia que pueden hallarse en mí son representaciones y, como tales, ellas mismas necesitan un algo permanente distinto de ellas, en relación con lo cual pueda determinarse su cambio y, consiguientemente, mi existencia en el tiempo en que tales representaciones cambian [y aquello, tener conciencia por la experiencia interna de mi existencia en el tiempo] es idéntico a la conciencia empírica de mi existencia, la cual sólo es determinable en relación con algo que está fuera de mí [...] Pues el sentido externo es ya en sí mismo relación de la intuición con algo real fuera de mí, y su realidad descansa simplemente, a diferencia de lo que ocurre con la imaginación, en que el sentido se halla inseparablemente unido a la misma experiencia interna, como condición de posibilidad de esta última [...] Así pues, la realidad del sentido externo se halla necesariamente ligada a la del interno, si ha de ser posible la experiencia [...] La existencia de esta cosa exterior queda necesariamente incluida en la determinación de mi propia existencia y constituye con ésta una única experiencia, una experiencia que no se daría, ni siquiera internamente, si no fuera, a la vez (parcialmente) externa. Cómo sea esto posible no puede explicarse aquí más a fondo [...] "


Kant, Crítica de la razón pura (adición a la "Refutación del idealismo" del prólogo de la 2da edición)


" [Afirmamos] que existe [...] lo bello en sí y lo bueno en sí; y del mismo modo, con respecto a todas las cosas que antes definíamos como múltiples, consideramos, por el contrario, cada una de ellas como correspondientes a una sola idea, cuya unidad suponemos, y llamamos a cada cosa, 'aquéllo que es' [...] Y de lo múltiple decimos que es visto [sensiblemente], pero no concebido, y de las ideas, en cambio, que son concebidas [inteligiblemente], pero no vistas [...] Cuando [el alma] fija su atención sobre un objeto iluminado por la verdad y el ser [como por la idea del bien, como por el 'sol'] entonces lo comprende y conoce y demuestra tener inteligencia; pero cuando la fija en algo que está envuelto en penumbras, que nace o perece, entonces, como no ve bien, el alma no hace más que concebir opiniones siempre cambiantes y parece hallarse privada de toda inteligencia [...] lo que proporciona verdad a los objetos del conocimiento y la facultad de conocer al que conoce, es la idea del bien [...] y así, por muy hermosas que sean ambas cosas, el conociemiento y la verdad, juzgarás rectamente si consideras esa idea como otra cosa distinta y más hermosa todavía que ellas. Y en cuanto al conocimiento y la verdad, del mismo modo que en aquel otro mundo se puede creer que la luz y la visión se parecen al sol, pero no que sean el mismo sol, del mismo modo en éste es acertado el considerar que uno y otra son semejantes al bien, pero no lo es el tener a uno cualquiera de los dos por el bien mismo, pues es mucho mayor todavía la consideración que se debe a la naturaleza del bien [...] a las cosas inteligibles no sólo les adviene por obra del bien su cualidad de inteligibles, sino también se les añaden, por obra también de aquél, el ser y la esencia; sin embargo, el bien no es esencia, sino algo que está todavía por encima de aquélla en cuanto a dignidad y poder [...] Toma pues una línea que esté cortada en dos segmentos desiguales y vuelve a cortar cada uno de los segmentos, el del género visible y el del inteligible, siguiendo la misma proporción. Entonces tendrás, clasificados [los segmentos] según la mayor claridad u oscuridad de cada uno [...] "
Platón, La república (Libro VI)
" [Los filósofos] ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final, [...] los 'conceptos supremos', es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora [...] a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [...] Todos los valores supremos [...] lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto - ninguno de ellos puede haber devenido [...] Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto 'Dios'... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [...]
>> [...] Las razones por las que 'este' mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, - otra especie de realidad es absolutamente indemostrable [...] Los signos distintivos que han sido asignados al 'ser verdadero' de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada [...] "
Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos ("La 'razón' en filosofía" apartados 4 y 6)
" [El objeto ha de mostrarse] como lo que es la enajenación de la autoconciencia, que pone la coseidad, enajenación que tiene no sólo una significación negativa, sino también [...] positiva, no sólo para nosotros o en sí, sino también para ella misma. Para ella misma tiene lo negativo del objeto o su superarse a sí mismo, de este modo, la significación positiva; o, la autoconciencia sabe esta nulidad suya, [...] por el hecho de enajenarse a sí misma -pues en esta enajenación se pone como objeto o pone al objeto como sí mismo por razón de la inseparable unidad del ser para sí [...] esta enajenación y objetividad se ha superado también y ha retornado a sí misma y, por consiguiente, se encuentra cerca de sí en su ser otro como tal. Esto es el movimiento de la conciencia y esto es, en ello, la totalidad de sus momentos [...] este saber debe ser mostrado solamente en su devenir o en sus momentos, por el lado que pertenece a la conciencia como tal, y los momentos del concepto en sentido propio o del puro saber, bajo la forma de configuraciones de la conciencia [...] El tiempo es el concepto mismo que es allí y se representa a la conciencia como intuición vacía; de ahí que el espíritu se manifieste necesariamente en el tiempo y se manifiesta en el tiempo mientras no capta su concepto puro, es decir, mientras no ha acabado con el tiempo. El tiempo [como motor de lo negativo, de la dialéctica] es el sí mismo puro externo intuido, no captado por el sí mismo, el concepto solamente intuido; al captarse a sí mismo, el concepto supera su forma de tiempo [...] El tiempo se manifiesta, por tanto, como el destino y la necesidad del espíritu aún no acabado dentro de sí mismo -la necesidad de enriquecer, la participación que la autoconciencia tiene en la conciencia-, la necesidad de poner en movimiento la inmediatez del en sí -la forma en que la sustancia es la conciencia-, o a la inversa, tomando el en sí como lo interior, la necesidad de realizar [realisieren] y revelar lo que sólo interiormente es, es decir, reivindicarlo para la certeza de sí mismo [...] "
Hegel, Fenomenología del espíritu ("El saber absoluto")

No hay comentarios:

Publicar un comentario