viernes, 21 de agosto de 2009

Osman Serrano Martínez

Podríamos, efectivamente, pensar, sentir, querer, recordar, podríamos igualmente «obrar», en todos los sentido de la palabra, y pese a todo ello no tendríamos necesidad de «entrar en nuestra conciencia»… La vida entera sería posible sin que lográramos vernos, por así decir, en el espejo…

Friedrich Nietzsche. La gaya ciencia
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Podría afirmarse que la Fenomenología del espíritu de Hegel intenta hacer una descripción de cómo la autoconciencia se reconcilia con el ser a través de sus diversas manifestaciones históricas, pero también estéticas, religiosas, políticas, filosóficas... Es decir, lo que se pretende hacer ahí es llevar a cabo una explicitación de cómo lo que piensa se reconcilia con todo lo que es; para lo cual se ponen a la vista una serie de experiencias del espíritu a lo largo de su desarrollo. Pero, entonces ¿eso supondría que en un principio la conciencia estuviera escindida de todo lo que es, de lo real? Y es que si de lo que se trata es de narrar los acontecimientos decisivos que el hacer del espíritu ha llevado a cabo para llegar a la unidad de sí mismo con el ser —del sujeto con el objeto, dicho en términos modernos—, parecería que hubiera algo así como «un momento» en el cual la autoconciencia y el mundo no formaban una unidad dialéctica, sino una dualidad reconciliable tan sólo después del desarrollo de la conciencia. Parecería, pues, que en Hegel no ha logrado superarse la tan escandalosa separación entre sujeto y objeto.

Por su parte, la respuesta de Hegel ante dichas interrogantes es algo sencilla: La unidad entre ser y pensar es desde siempre “en-sí”. No obstante, esa unidad primigenia y originaria no basta; se requiere que la reconciliación sea también “para-sí”. Transportando esto a términos no hegelianos, la médula de dicha propuesta es que el sujeto y el objeto no han estado nunca en una relación de total y radical separación, sino que desde un “principio” están sumergidos en una unidad "primera", que no es un resultado, sino algo desde lo cual se parte. Dicho esto mismo en clave hegeliana: aquella unidad originaria es una unidad en-sí; es decir, es una unidad que no está hecha, sino dada.

Para que la conciencia y el mundo sean plenamente idénticos, sin embargo, no basta esa unidad en-sí, pues ésta implica que la conciencia crea que el resto de los entes son algo ajeno a su proprio desarrollo (el de la conciencia). De manera que esa unidad estaría desprovista de conciencia. O lo que es lo mismo: la conciencia, al creer que los objetos son entidades en sí (algo enteramente separado de ella misma), provoca que la conciliación sólo sea parcial, pues no sabe que en verdad los objetos del mundo son objetos de la conciencia.

Por ello se requiere que la conciliación sea al mismo tiempo "para-sí". Es decir, la conciencia tiene que llegar a saber que lo real no es algo separado de ella, sino que la define, aunque sea negativamente. La unidad entre ser y pensar, entonces, tiene que ser alcanzada; o mejor aún: tiene que hacerse. Pues si la unidad originaria de esos dos polos ya está dada, es necesario —según Hegel— que la unidad sea también el resultado del desarrollo del espíritu a través de la historia de los pueblos, de la experiencia artística, del saber filosófico, etcétera.

De ahí que la unión haya de darse «en-sí-y-para-sí». Luego, la Fenomenología podría interpretarse como una descripción de cómo la conciencia ha intentado re-unirse con el mundo, el cual no es sino ella misma. La unión entre lo real y lo racional, además, no puede ser detectable en un determinado momento fáctico e histórico, pero sí como un presupuesto ontológico que, no por ello, es atemporal.

Pues bien, esas manifestaciones del espíritu expresadas en la Fenomenología son múltiples. Éstas van desde el hipotético enfrentamiento de la conciencia con la cosa de la certeza sensible —en el que la conciencia no puede nunca expresar el particular individual, sino que siempre ve en las cosas sus propios conceptos— hasta la relación entre el amo y el esclavo —donde lo fundamental es negar siempre las determinaciones particulares que hacen de la conciencia un ente meramente natural, para que así llegue a ser un ente cultural, cultivado y, por ende, humano,. autoconsciente. Por mencionar un ejemplo más, la lucha de la ilustración contra la superstición de la fe no es sino un intento por parte de la conciencia para eliminar la inmediatez en que se encuentra sumida la conciencia ingenua, que no sabe que el mundo de la Bildung (de la formación) es su mundo, sino que cree que las determinaciones de ese mundo son entidades ajenas a su desarrollo.

* * *

La expresión “para-sí”, por lo tanto, tiene un eco fundamental en la Fenomenología de Hegel, si no es que hasta representa el culmen del movimiento de reconciliación de la conciencia con la realidad. Parecería, incluso, que el “para-sí” hegeliano es el parámetro último de validación de la realidad de todo lo que es; es decir, el que la conciencia llegue a ser para-sí, significa que ésta ha llegado a ser autoconciencia, ha logrado negar y superar todas las diferencias respecto de lo-otro, y lo único que encuentra frente a sí no es sino a ella misma.

En último lugar, ha de decirse que el cuestionamiento principal hacia Hegel irá encaminado en el sentido de preguntarse por qué es necesario el recorrido negativo de la conciencia respecto de lo-otro. Pues, ¿está justificado Hegel al sostener que la reconciliación entre ser y pensar tiene que darse no únicamente en-sí, sino también para-sí? Dado que la unión ya está dada, ¿por qué se requeriría que dicha unión fuera además construida, hecha? ¿Cuál sería el inconveniente de que la conciencia permaneciera en todo momento como algo inmediato? La respuesta en la Fenomenología parece conllevar una serie de consecuencias un tanto cuestionables, las cuales intentarán ser expuestas a lo largo del trabajo por realizarse.

***

Ahora bien, para lograr el cometido propuesto, se partirá del andamiaje teórico instaurado por la dialéctica del amo y el esclavo (que aparece en el cap. IV de la Fenomenología) por ser ésta un buen ejemplo de lo que se quiere decir. A pesar de ello, no se excluye la posibilidad de servirse de algunos otros pasajes del texto mencionado.

Bibliografía leída

» Agustín, San. Confesiones
» Butler, Judith. El grito de Antígona, trad. de Esther Oliver, El Roure, Barcelona, 2001.
» Hegel, Georg Whilhelm Friedrich. Fenomenología del espíritu, trad. de Manuel Jiménez Redondo, Pre-Textos, Valencia, 2006.
» Kojève, Alexandre. La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, trad. de Juan José Sebreli, La Pléyade, Buenos Aires, 1982.

Bibliografía por leer

» Hyppolite, Jean. Génesis y estructura de la Fenomenología del espíritu de Hegel
» __________. Lógica y existencia [Algunos capítulos]
» Hegel, G. W. F. Ciencia de la lógica
» __________. Lecciones sobre historia de la filosofía
» Heidegger, Martin. «El concepto de experiencia en Hegel»
» ____________. «Hegel y los griegos»
» Ricoeur, Paul. Tiempo y narración III [Segunda sección; apartado 6: "Renunciar a Hegel"]

No hay comentarios:

Publicar un comentario